La historia que no te
han contado sobre las patatas fritas de bolsa
Nutricionistas y médicos nos bombardean con sus
consejos acerca de los beneficios que tienen los frutos secos
frente a otros 'snacks'. No obstante, los españoles seguimos prefiriendo como
aperitivo un producto menos saludable como las patatas de bolsa, por lo menos
cuando queremos matar el gusanillo y no tenemos a mano el frigorífico o la
despensa.
Así lo señala
el último 'Informe del consumo de alimentación en España' del Ministerio de
Agricultura publicado el pasado mes. El consumo de patatas fritas fuera de los
hogares tuvo, en 2017, una media de algo más de un kilo por persona, una
cantidad tres veces superior a la de los frutos secos.
Desde una
percepción más mundana, la enorme variedad de sabores y formatos disponibles
en los lineales evidencian su éxito. Como no podía ser de otra manera, un
producto tan popular carga también con mucha historia a sus espaldas. Los
episodios de esta crónica sobre las patatas de bolsa comprenden desde cuestiones mágicas, como la creencia de que eran afrodisíacas,
al porqué de su éxito en los agitados años veinte. He aquí su extraño relato.
El mito sobre su origen
Como ocurre
con otras cosmogonías alimentarias, la leyenda más difundida sobre el
origen de las patatas fritas no parece estar realmente fundamentada. El mito
cuenta que a mediados del siglo XIX el magnate de los transportes Cornelius
Vanderbilt obligó al cocinero George Crum a que le
hiciera de nuevo unas patatas fritas demasiado gruesas que le había preparado.
Como venganza, el cocinero le sirvió una tanda con cortes excesivamente finos,
friéndolos hasta volverlos crujientes y ligeramente chamuscados. Para su
sorpresa, a Vanderbilt le acabaría entusiasmando aquella novedosa propuesta,
cuyo consumo se difundiría rápidamente entre las clases privilegiadas a las que
pertenecía.
Los
historiadores no tienen claro, sin embargo, dónde se situaría el verdadero origen de este piscolabis. La teoría más aceptada es
que Crum se convirtió en el primer gran promotor del producto,
mientras que la anécdota con el empresario se fue construyendo como mito cuando
las patatas fritas empezaron a ganar adeptos.
Se
consideraron saludables
Se tiene
constancia de hechos precedentes a la historia entre Crum y Vanderbilt. Entre
ellos, una referencia que aparece en el libro ‘The Cook’s Oracle’ escrito en los años 30 por el médico
británico William Kitchiner.
En dicho
volumen aparece una receta a base de patatas cortadas en finas tiras que deben
freírse con manteca y aderezarse con sal. En el prefacio del libro, el doctor asegura
que su obra es un compendio de buenas prácticas para enseñar a
la gente cómo llevar una nutrición adecuada. En una época como la victoriana,
donde a veces se cuidaba más la alimentación de los animales que la de las
propias pesonas, las consideraciones de este doctor no resultarían
particularmente extrañas.
Se les atribuyeron cualidades
afrodisíacas
Como todos
los alimentos traídos desde tierras lejanas, las patatas tuvieron para algunos
agricultores de los siglos XVII y XVIII propiedades mágicas, como efectos
afrodisiacos, o consecuencias nocivas injustificadas como ser motivo de
peligrosas fiebres o, incluso, de la enfermedad de lepra. La progresiva difusión a gran escala de las
patatas fritas se da, después de Crum, gracias a la labor empresario Herman
Warden Lay, creador de la célebre multinacional que lleva su nombre.
El rumor popular que acompañó a su producto en el sur de Estados Unidos decía, nuevamente, que eran afrodisíacas,
algo que sirvió como incentivo para aumentar sus ventas.
Al Capone participó en su evolución
En plena ley
seca, un buscavidas llamado Leonard Japp supo ver las
posibilidades de negocio que tenían las patatas fritas. Un producto que, como
el abolido alcohol, generaba una importante adicción.
El primer
empujón que tuvo la empresa de Japp se dio gracias al cambio de receta en la
que empleaba aceites vegetales en vez de la manteca, una grasa que volvía las patatas
más ligeras y apetecibles. El segundo, se debe al apoyo que recibió
por parte de Al Capone que utilizaba a Japp como proveedor de
aperitivos en sus bares clandestinos. Tal acuerdo permitió al emprendedor
producirlas en masa y fundar Jays Foods, una de las marcas más populares de 'snacks' en Estados
Unidos.
La II Guerra mundial las hizo aún más
populares
Según el
libro: ‘Food and Drink in American History’, cuando comenzó la guerra,
las patatas de bolsa fueron declaradas 'nonessential food', lo que implicaba el
cese de su producción durante el conflicto. Sin embargo, el
lobby en el que se aglutinaban las empresas encargadas de su fabricación
consiguió cambiar su estatus. Frente al chocolate y el azúcar, alimentos para
los que se estableció una cuota, las patatas de bolsa se volvieron uno de los
'snacks' predilectos de este periodo y vieron sus ventas incrementadas.
En el frente de batalla, las patatas tuvieron también mucho éxito, sobre todo
entre las tropas inglesas.
Se fabrican para que no puedas comer solo
una
Según un
estudio presentado en un encuentro de la Sociedad Americana de Química, parece ser que las patatas fritas
poseen unos niveles de carbohidratos y grasas que el cerebro considera como
especialmente óptimos, lo que nos lleva a consumirlas de manera
impulsiva. El autor del estudio, Tobias Hoch,
reconoce, sin embargo, que “tiene que haber algo más en las patatas que
explique por qué son tan adictivas”.
¿En
qué consiste ese 'algo más'? Algunos ven la razón en sus altos niveles de sal, otros en el glutamato monosódico que se añade a la mayoría de las variedades
industriales, y están también los que los atribuyen a ciertos características sensoriales como
su textura y crujido, que las convertirían en una especie de
'alimento antiestresante' con un efecto similar a cuando explotamos las
burbujas de los plásticos que se emplean en los embalajes.
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