viernes, 24 de agosto de 2018

Carta de un Cura



Carta de un cura a Jesús Cintora sobre los católicos racistas y clasistas

En primer lugar, mandarte un saludo cordial y agradecerte muchas cosas, entre ellas tu libro La hora de la verdad que nos ayuda a entender cómo hemos llegado a esta España de la desigualdad, a esa España rota por la precariedad, los desahucios, los trabajos en condiciones inhumanas, los salarios de miseria, los recortes sociales y de libertades.

En segundo lugar, te vi en el programa MVT de La Sexta hablando del drama de los refugiados y criticabas a aquellos políticos que se autoproclaman cristianos y que tienen una actitud de rechazo hacia ellos. Hacías la pregunta de cómo era posible dejar que estas personas se ahoguen en mar y después ir a misa a darse golpes de pecho, haciendo alusión a algunas situaciones que se han dado esta Semana Santa. Yo ampliaría esta interpelación a muchas personas que se declaran católicas -sacerdotes y obispos- que también muestran un rechazo, unas veces abierto y, en otras ocasiones, silencioso.

Antes de contestar, decirte que acabamos de llegar un grupo de personas de la  Asociación Amigos de Ritsona de los campos de refugiados en Grecia. Llevamos varios años yendo a compartir un trozo de vida con ellos y ellas. Nos hemos encontrados con mucha gente provenientes de Siria, Afganistán, Iraq, Nigeria, Sudán, Camerún, Sierra Leona, Somalia y Yemen, entre otros. Y siempre nos hemos encontrado gente que nos ha abierto su corazón. También su tienda de campaña o isobox y que te reciben con una sonrisa y la palabra welcome sin conocerte de nada. Y te invitan a un té, un café y si es próxima la hora de comer, te piden que compartas la mesa con ellos, en este caso, el suelo.

Esta gente te cuenta el motivo por el cual decidieron salir de su tierra, una tierra que nunca desearon abandonar -te dicen muchas veces con lágrimas que quieren morir en la tierra que les vio nacer-. Esos motivos no son otros que una guerra y una violencia donde la crueldad y lo despiadado no tiene límites: obligan a los padres a ver cómo violan a sus hijas y después las degüellan, les obligan a matarse entre ellos, los torturan sin piedad, los queman vivos, los fusilan con sus hijos pequeños y, así, un sinfín de atrocidades.

No se trata de ser morboso: es parte de la realidad de una guerra motivada por intereses económicos y por obtener sus recursos naturales. Cuando alguien me discute que no tienen que venir, le digo que qué haría él si supiera que viene gente que va a matarle y violar a las mujeres y la respuesta, casi inmediata, es: “Salir corriendo”; de modo que le contesto: “Eso es lo que hacen”. ¡Qué cínico somos! Les despojamos de sus bienes, los explotamos, los matamos y les decimos que se queden allí, que no se les ocurra salir y que acepten la muerte y el dolor.

Perdona que te cuente estas experiencias, pero es que para mí muchas familias refugiadas son amigos y compañeros de vida. Los quiero y ellos nos quieren, tenemos el corazón roto y conmovido de ver gente con mucha dignidad que buscan, como ellos mismo dicen, una vida normal -"¿Es pedir mucho?”-. Son unos miserables los que provocan las guerras por intereses económicos. Todas las guerras son por riquezas: los que venden armas, entre ellos, España; los que niegan corredores humanitarios y los abocan a las mafias, mafias cuyos mandamases son gente adinerada -el mafioso no es el que lleva la lancha motora, o el camión o el autobús con la gente hacinada-.

Cuestionabas en el programa MVT la actitud de partidos que dicen tener raíces cristianas. A raíz de la pregunta criticabas a esos partidos, a esos cristianos, a esos católicos que no fueran solidarios con el prójimo y cantaron el novio de la muerte ante el Cristo Crucificado.

Permíteme que conteste a esa pregunta y la respuesta es que, en efecto, prefieren que desaparezcan, que acepten su destino de muerte y sufrimiento, que no vengan a mole molestar o a incordiar, ya que cuando necesitemos su mano de obra, ya la cogeremos.

Claro que quieren que no lleguen y, en ese no llegar, está el morir en el camino. Ellos nos decían que mueren miles en los desiertos, en la tierra, muchos más que en el Mediterráneo, que se ha convertido en un mar de vida y muerte, de disfrute y de sufrimiento.

Esto no lo van a reconocer nunca y no dicen la verdad cuando señalan que el Aquarius ha provocado el efecto llamada porque, entre otras cosas, estos viajes duran como mínimo seis meses, y ellos lo saben. Van a seguir viniendo porque la guerra por las riquezas va a continuar. China, por ejemplo, está comprando producción agrícola africana por 25 años.

No son cristianos, ni siquiera católicos. Yo no creo en ese Dios de la muerte que proclaman. Compran muchas voluntades clericales y episcopales. Por cierto, están muy enfadados con el Papa Francisco y quieren a Juan Pablo II quien, entre otras cosas, apoyó a los neoliberales y encubrió la pederastia en la Iglesia.

No creen en Dios, creen en el dinero. Han creado su becerro de oro. Los nuevos templos están en las bolsas, como Wall Street. Sólo creen en el dinero y utilizan a los refugiados, a los inmigrantes, a los empobrecidos para poner el foco de los problemas de Europa cuando las raíces de los verdaderos problemas sociales son la corrupción económica, financiera y política.

Cada vez estamos más cerca de que el 1% de la población concentre el 99% de las riquezas. El problema es que mucha gente cae en este discurso, lleno de falsedades, mentiras, manipulaciones y de odio. Ellos saben que la política del miedo, unida a la mentira da resultados. Por eso dicen esas falsedades de que nos invaden, de que hay millones preparados para venir, de que no tenemos capacidad para acoger, cuando todo indica lo contrario de lo que afirman.

Cantaban el novio de la muerte ante el Cristo Crucificado, como muy bien dices, y comparto tu crítica y le añado indignación porque, en efecto, son novios de la muerte: de la muerte de miles de personas que huyen de la guerra, personas que huyen porque no quieren que las bombas los maten, ni sufrir la violencia y la tortura, porque no quieren que tener que pedir a alguien que asfixie a su hijo para evitar el dolor y los gritos por estar herido sin atención médica y el único alivio es adelantar la muerte.

Son novios de la muerte porque participan en complicidad con las multinacionales  en desposeerles, insisto, de sus recursos, entre ellos, sus alimentos. Son novios de la muerte porque venden armas, porque apoyan la barbarie del Estado Islámico, que ha sido propiciado por Arabia Saudí, Estados Unidos e Israel.

Son novios de la muerte porque no quieren una sociedad justa y humana, sólo quieren ahogarse en riquezas. Son novios de la muerte porque están creando el odio, el rechazo y la intolerancia. Son novios de la muerte porque ha encerrado a miles de refugiados en campos -yo los llamo de concentración- en condiciones inhumanas. Son novios de la muerte porque ya hay niños en estos campos entre 4 y 6 años que han querido suicidarse. Son novios de la muerte porque como decía un refugiado: “Nos tratan como animales”. Habría que cambiar el ser novio de la muerte por el ser novio de la vida y de la dignidad.

Bueno, me despido ya. Aunque te conozco a través de los medios de comunicación, creo que compartimos “humanidad” con nuestras incoherencias y contradicciones. Son tiempos difíciles para la gente, para los Derechos Humanos, pero creo que hay que seguir por las sendas y los caminos de un horizonte de todos y todas, para todos y todas, con todos y todas.

Y antes de despedirme, decirte que antes de abandonar el campo de refugiados de Ritsona, dialogando con una familia musulmana, nos dijimos que cada uno desde su fe pediría por el otro y repetimos: “Habibi, my friend” (te quiero, mi amigo). Compartimos la fe y la vida. No es una guerra de religiones. Es una guerra, como todas, por la avaricia y la codicia.

Nunca es tarde para amar, luchar y soñar.

Un abrazo, Jesús Cintora

2 comentarios:

  1. No veo mucho la televisión y por tanto desconozco los comentarios que pudo decir Jesús C., por tanto solo podemos comentar sobre esta carta.

    Las víctimas de los conflictos: bélicos, miserias económicas, desigualdades sociales, etc.; vagan por los cinco continentes en busca de una oportunidad para vivir y una vida con dignidad.

    Detrás de los dramas ocasionados por esta deshumanización global se esconden un grupúsculo de oportunistas, señores del infortunio, que engrosan sus riquezas con el sufrimiento ajeno.

    El desplazamiento de millones de personas desde sus países y lugares de residencia hacia los países del primer mundo; hecho desconocido para gran parte de la población mundial desde la IIGM. Este éxodo está ocasionando en la población de los lugares de acogida un rechazo, que si bien hace unos años era soterrado, con el paso del tiempo se está convirtiendo en un rechazo sistemático al inmigrante.

    Afortunadamente existe una parte de la población que se muestra solidaria y colaboran, cada cual según su conciencia y capacidad económica, con las organizaciones y ONGs que trabajan en campos de refugiados y en los puertos de llegada de inmigrantes y refugiados.

    El movimiento Católico no lo forman solamente los creyentes que rechazan la llegada de inmigrantes, también en nuestra sociedad existen millones de cristianos que se sientes solidarios con los sufrimientos de quienes llegan a esta tierra prometida llevando consigo unas pocas pertenencias, pero su corazón está repleto de ilusiones intactas y muchas ganas de vivir.

    Ellos también forman parte del colectivo de seres humanos, ellos también son nuestros amigos. “Habibi, my friend”


    Saludos:

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    1. Jomaral, digo lo mismo "Habibi, my friend" he buscado su significado y me gusta la palabra. Abrazos!!!!

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