Capítulo
1: La Primera Ausencia
Pamplona respiraba
su típico bullicio nocturno. Era jueves, y el Casco Viejo vibraba con una
energía que parecía nunca agotarse. Las calles serpenteantes se llenaban de
risas, música y el ruido de vasos que chocaban en los bares. Entre las luces
cálidas de los faroles y los ecos lejanos de conversaciones, la ciudad parecía
una fiesta inagotable.
Marta y Sara,
amigas de toda la vida, recorrían esas mismas calles con la confianza que da el
haberlas caminado mil veces. Era una tradición para ellas: todos los jueves,
después del trabajo, se encontraban en el mismo bar de la Calle Estafeta,
compartían una botella de vino y se ponían al día. Esta noche, sin embargo,
había algo distinto en el aire, una sensación apenas perceptible que Sara no
podía sacudirse.
—¿Has notado que
últimamente hay más... ausencias? —preguntó Sara, mirando de reojo las sombras
que se alargaban en los rincones menos transitados.
Marta frunció el
ceño. —¿Ausencias? ¿A qué te refieres?
—No sé...—Sara se
encogió de hombros—. Hay personas que ya no veo, gente que solía venir aquí,
como Jon, ¿te acuerdas de él? Siempre estaba en el bar de la esquina. Lleva
semanas sin aparecer.
Marta rio,
restándole importancia. —Habrá encontrado otro sitio. Ya sabes cómo son los
bares aquí, la gente rota de un lado a otro.
Sara intentó
reírse con ella, pero esa sensación seguía carcomiéndola. No era solo Jon.
Otras caras familiares también habían desaparecido sin dejar rastro. Parecía
como si, de la noche a la mañana, esas personas se hubieran desvanecido entre la
multitud, como si las calles las hubieran engullido.
Terminaron la
botella de vino y decidieron seguir su ritual: un paseo por las callejuelas,
pasando por el Rincón del Caballo Blanco, disfrutando de la vista de la ciudad
desde lo alto. Sin embargo, al torcer por una calle estrecha y poco iluminada,
notaron algo fuera de lo común. Una figura se adentraba en un portal oscuro.
Fue solo un segundo, pero Sara sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Has visto eso?
—susurró, parándose en seco.
—¿El qué? —Marta
miró en la misma dirección, pero ya no había nada.
—Había alguien...
lo juro —insistió Sara.
Marta la arrastró
de vuelta al bullicio, intentando quitarle hierro al asunto, pero esa sensación
persistía. Y no solo en Sara. Al día siguiente, los carteles empezaron a
aparecer por todo el Casco Viejo: Desaparecido: Jon Echeverría, visto por
última vez en la Calle Estafeta. Se ruega cualquier información.
El Casco Viejo,
que siempre había sido un lugar de encuentros, empezaba a mostrar sus sombras.
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