Una noche lluviosa
de octubre, el sonido de las gotas resonaba como tambores en las calles vacías
de Pamplona. Los callejones, habitualmente llenos de vida, estaban desiertos,
sumidos en una atmósfera espesa y misteriosa. Pero bajo la ciudad, en las profundidades
de las cloacas, un entramado oscuro se tejía, uno que pocos conocían, pero que
mantenía en vilo a ciertos sectores de poder.
Álvaro, un joven
abogado que apenas había comenzado su carrera, había recibido un sobre sellado
con un emblema antiguo, uno que no había visto antes. Dentro, una nota con
letras claras y concisas: "Encuentra lo que está oculto bajo la
ciudad, antes de que sea demasiado tarde."
No era raro que,
en su incipiente carrera, le llegaran casos extraños. Sin embargo, este era
diferente. No había remitente, y la dirección indicaba una boca de alcantarilla
en las afueras de la ciudad, cerca de la Taconera.
El abogado decidió
que lo investigaría personalmente. No era habitual para él, pero la sensación
de que algo grande se ocultaba lo llevó a adentrarse en lo desconocido. Esa
misma noche, vestido con ropa que no llamara la atención y con una linterna en
mano, se dirigió al punto marcado en el sobre.
Levantó la pesada
tapa de hierro y descendió por la escalera de metal oxidado hacia las entrañas
de Pamplona. Las cloacas de la ciudad, construidas hace siglos, eran un
laberinto de túneles antiguos, muchos de los cuales conectaban con áreas
olvidadas. Álvaro, con la linterna temblorosa, avanzaba entre los ecos de agua
corriendo y las sombras danzantes en las paredes.
Cuanto más
avanzaba, más notaba señales de actividad reciente: pisadas en el barro y
marcas en las paredes, algunas de ellas recientes, otras mucho más antiguas. De
repente, un crujido resonó en el aire. Se detuvo. ¿Quién más podría estar allí
abajo?
Siguió el rastro
hasta una cámara amplia, donde la luz de su linterna reveló una escena
inquietante: en el centro, una mesa de piedra cubierta de papeles, mapas
antiguos de Pamplona, con marcas en lugares estratégicos, muchos de ellos
alrededor de los edificios más importantes de la ciudad. Las marcas parecían
indicar una red secreta de túneles que conectaban no solo las cloacas, sino
otras áreas subterráneas desconocidas para la mayoría.
De pronto, escuchó
pasos acercándose. Apagó su linterna y se escondió tras una columna. Dos
hombres, vestidos de manera formal pero con botas sucias de barro, discutían en
susurros. Mencionaron un plan para desestabilizar a ciertas figuras clave de la
ciudad, usando los túneles para infiltrarse y robar documentos comprometedores.
Álvaro contuvo la
respiración. Sabía que había caído en medio de algo mucho más grande de lo que
jamás había imaginado. Estos hombres no eran simples ladrones; estaban
conectados con algo mucho más poderoso, una conspiración que amenazaba con
hacer caer a figuras importantes de Pamplona.
Cuando los hombres
se marcharon, Álvaro tomó algunos de los documentos y decidió salir de allí lo
más rápido posible. Pero justo cuando estaba a punto de regresar al punto de
salida, notó algo en el suelo, brillando tenuemente bajo el barro: una insignia
dorada con el mismo emblema que había visto en el sobre.
De vuelta en su
despacho, ya a salvo, comenzó a investigar. Lo que descubrió lo dejó helado. El
emblema pertenecía a una antigua orden secreta, una organización que había
operado en la sombra durante siglos, controlando el destino de Pamplona desde
sus entrañas.
Ahora, Álvaro
tenía en sus manos pruebas suficientes para exponer la trama. Pero sabía que
hacerlo pondría en riesgo su vida y la de los suyos. Las cloacas de Pamplona
guardaban secretos que no todos estaban preparados para desenterrar, y la
verdad que él había descubierto era una de las más peligrosas.
Mientras observaba
los documentos sobre su escritorio, tomó una decisión: no podía guardar
silencio. Sabía que tenía que actuar antes de que los hilos invisibles de la
conspiración lo envolvieran también a él.
Con una mezcla de
miedo y determinación, comenzó a redactar un informe. La intriga había
comenzado, y ahora, Pamplona estaba a punto de ser testigo de una lucha por el
control de su propio corazón subterráneo.
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