Capítulo 8: El Gran Escape de los Olvidados
La residencia
amaneció con una agitación inusual. Al parecer, Don Anselmo no estaba en su
cuarto, y el rumor de una “fuga” se extendió como pólvora. Mientras algunos de
los trabajadores intentaban dar con él, en el comedor, Concha y Doña Paca
intercambiaban miradas cómplices.
—¿Tú crees que
habrá salido por la ventana, como la última vez? —preguntó Concha entre risas
disimuladas.
—Ay, mujer, que
esta vez fue más listo. ¡Dijo que iba a buscar los periódicos y ni ha vuelto!
—respondió Doña Paca con una risita.
Justo en ese
momento, Ernesto se acercó a las dos mujeres, con cara de saber algo más de la
cuenta.
—¿Buscáis a
Anselmo? —susurró, divertido—. Pues ahí lo tenéis —señaló hacia el jardín—,
escondido en el cobertizo de las herramientas.
Anselmo, un
veterano de escapadas fallidas, estaba detrás de un arbusto, usando una vieja
escoba como bastón y “disfrazado” con un sombrero de paja que encontró en el
cobertizo.
Cuando el grupo
llegó hasta él, Anselmo se encogió de hombros y soltó con naturalidad:
—Es que me iba a
aburrir hoy en la residencia y pensé, ¿por qué no un poco de aventura?
Doña Paca, sin
aguantar la risa, comentó:
—Anselmo, tú
siempre pensando en escaparte. Vas a convertirte en el próximo Houdini, pero
versión jubilado.
—Bah, lo mío son
fugas con clase. La próxima vez, intentaré llegar al mercado antes de que me
pillen —respondió él, con una sonrisa traviesa.
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