Capítulo final: Ecos en la Sombra
Los días habían pasado, y el Casco Viejo seguía
envuelto en su habitual bullicio. Las luces de los bares se reflejaban en los
adoquines húmedos, y el sonido de las conversaciones y risas llenaba el aire.
Sin embargo, en un rincón del mismo bar donde Marta y Sara habían comenzado su
búsqueda, dos amigos, Carlos y Adrián, se encontraban sentados con una cerveza
en la mano y una preocupación que no podían sacarse de la cabeza.
—Hace días que no las veo —comentó Carlos, mirando por
la ventana hacia las callejuelas oscuras que serpenteaban por el Casco Viejo.
—Ni yo —respondió Adrián, con el ceño fruncido—. Marta
y Sara nunca se habrían ido sin decirnos nada.
Carlos suspiró, dándole un trago a su cerveza. Habían
preguntado en todas partes, pero nadie parecía saber nada. Era como si se
hubieran desvanecido en el aire. Las habían visto por última vez aquella noche,
aquí mismo, hablando sobre algo que parecía preocuparlas. Y luego... nada.
—No sé, tío. Algo no me cuadra —dijo Carlos, apoyando
la botella en la mesa con un sonido seco—. Todo esto... este sitio. Algo raro
pasa aquí.
Adrián asintió en silencio. Ambos lo sentían. El Casco
Viejo siempre había tenido su propio ritmo, su propio latido, pero últimamente
había algo diferente, algo que no podían describir. Era como si una presencia
invisible acechara en los rincones, observando, esperando.
—¿Y si fueron a buscar a Jon? —aventuró Adrián, casi
como si no quisiera pronunciar las palabras.
Carlos se quedó en silencio, pero la mención del
nombre de Jon le dio un vuelco al estómago. La desaparición de Jon había sido
igual de extraña, sin rastro alguno. Marta y Sara habían estado obsesionadas
con encontrar respuestas, pero ahora, ellos también parecían haber desaparecido
en la misma sombra.
—Es como si el Casco Viejo los hubiera tragado
—murmuró Carlos, sin apartar la vista de las sombras que empezaban a invadir
las calles al caer la noche.
Adrián se removió inquieto en su asiento, sintiendo
cómo la tensión crecía a su alrededor. Algo en la atmósfera había cambiado. Las
risas en el bar parecían lejanas, distorsionadas, como si estuvieran escuchando
a través de un velo. El aire se volvía denso, y una sensación de opresión
empezó a apoderarse de ambos.
—¿Crees que deberíamos buscarlas? —preguntó Adrián en
voz baja, temiendo la respuesta.
Carlos no respondió de inmediato. La idea de
aventurarse en las sombras del Casco Viejo le resultaba inquietante. Pero al
mismo tiempo, no podían quedarse de brazos cruzados.
—Tal vez... deberíamos hacerlo —dijo finalmente,
aunque una parte de él deseaba no haberlo dicho.
Ambos se quedaron en silencio, dejando que sus
pensamientos giraran en torno a la posibilidad de que Marta y Sara estuvieran
perdidas en algo mucho más oscuro de lo que podían comprender. Afuera, las
sombras seguían moviéndose, como si esperaran. Como si el Casco Viejo tuviera
su propia historia que contar, y ellos estuvieran a punto de formar parte de
ella.
Así termina la historia de Marta y Sara... o tal vez,
solo comienza. ¿Qué les pasó? Eso quedará en la mente de quienes se atrevan a
explorar las sombras del Casco Viejo.
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