Capítulo
6: El Ritual de la Luna
La sensación de
peligro era palpable en la sala subterránea. La piedra negra pulsaba con una
energía que parecía desafiar las leyes del mundo natural, mientras las sombras
alrededor de Álvaro, Sara y Mateo cobraban forma. Las criaturas deformes se
deslizaban desde las esquinas oscuras, sus cuerpos retorcidos reflejaban una
naturaleza que no pertenecía a la tierra. Los encapuchados, ahora en un
semicírculo alrededor de la piedra, levantaban las manos en un ritual
ancestral.
Mateo, mirando
fijamente la piedra, susurró: "Esto no es solo un ritual. Es un portal.
Están tratando de abrir algo… algo que no debería ser liberado."
Álvaro sintió el
frío recorrer su columna mientras las palabras de Mateo se hundían en su mente.
El aire estaba cargado de electricidad, y las inscripciones en las paredes de
la cámara brillaban cada vez más intensamente. La energía en la sala era tan
densa que era difícil respirar.
De repente, una
voz resonó desde el centro del círculo de encapuchados, profunda y gutural,
como si hablara desde las entrañas de la tierra misma.
"El momento
ha llegado. La luna llena iluminará el portal, y el guardián será
liberado."
Álvaro intercambió
una mirada desesperada con Sara, quien estaba pálida y aterrorizada, pero sus
ojos no dejaban de estudiar cada detalle. Como historiadora, sabía que las
respuestas podían estar escondidas en los símbolos o en las palabras que
escuchaban.
"¿Qué
hacemos?" susurró Álvaro.
Mateo retrocedió
lentamente, tratando de mantener la calma. "Necesitamos detener el ritual.
Si lo completan, algo muy antiguo y poderoso será liberado. Pero no sé
cómo."
De repente, uno de
los encapuchados dio un paso adelante, deslizándose hacia la piedra negra.
Levantó un cuchillo ritual, forjado en algún metal oscuro y brillante, y lo
alzó sobre la piedra. Los susurros en la sala aumentaron de intensidad, como si
las mismas paredes estuvieran cantando. Álvaro sintió cómo la desesperación se
apoderaba de él, sabiendo que debía hacer algo, pero sin tener claro qué.
En ese momento,
Sara, que había estado observando atentamente, dio un paso adelante.
"Espera", susurró, señalando una inscripción en el suelo justo al
borde del círculo ritual. "Este es el símbolo de contención. Si logramos
destruirlo, el ritual no podrá completarse."
Mateo, al escuchar
eso, corrió hacia el lugar que Sara señalaba. "Tienes razón. Pero
destruirlo sin ser vistos no será fácil."
El ambiente en la
sala se volvió aún más opresivo cuando el cuchillo ritual descendió lentamente,
acercándose al centro de la piedra. Álvaro, en un impulso desesperado, se lanzó
hacia uno de los encapuchados, derribándolo al suelo, rompiendo el círculo por
un breve instante.
Los encapuchados
emitieron un grito ahogado, y en ese momento, las criaturas deformes comenzaron
a moverse, avanzando rápidamente hacia Álvaro. Mateo, con una piedra en la
mano, golpeó la inscripción del suelo con toda su fuerza. Una grieta recorrió
el símbolo, y las luces azules que brillaban en la sala se desvanecieron por un
instante.
La sala tembló.
Las criaturas emitieron gritos de agonía, y los encapuchados comenzaron a
retroceder, desorientados.
Álvaro se levantó
justo cuando una de las criaturas lo atacaba, pero Mateo la golpeó antes de que
pudiera alcanzarlo. El cuchillo ritual cayó de las manos del encapuchado que lo
sostenía y rebotó en el suelo de piedra, emitiendo un eco metálico.
"¡El
portal!" gritó Sara. "Se está cerrando, pero no por completo."
Efectivamente, la
piedra negra seguía brillando, aunque más débilmente. Las criaturas comenzaron
a desvanecerse, pero una de ellas, más grande y más feroz que las otras,
resistía el colapso del portal. Su cuerpo, una amalgama de sombras y carne,
parecía retorcerse en una lucha para permanecer en este mundo.
Álvaro, exhausto
pero decidido, agarró el cuchillo ritual y, sin pensarlo dos veces, lo clavó en
el centro de la piedra negra. Un grito ensordecedor llenó la sala mientras la
criatura final se disolvía en el aire. Las luces azules se extinguieron por
completo, y la cámara quedó sumida en una oscuridad sofocante.
Por unos segundos,
nadie se movió. El único sonido era el jadeo de Álvaro, Sara y Mateo,
recuperando el aliento después de lo que acababa de suceder.
Finalmente, Sara
rompió el silencio. "Lo hemos detenido… por ahora."
Álvaro miró la
piedra, que ahora estaba apagada y rota. Aunque el ritual había sido
interrumpido, la sensación de que algo oscuro seguía latente en las
profundidades de Pamplona era innegable. Sabía que esto no había terminado.
"El círculo
se ha roto", dijo Mateo, limpiándose el sudor de la frente. "Pero hay
más de estos lugares. Este solo era uno de muchos."
La mirada de
Álvaro se oscureció. Sabía que su vida nunca volvería a ser la misma. Ahora,
era parte de algo más grande, algo mucho más peligroso. Y aunque habían evitado
un desastre en ese momento, la amenaza seguía acechando en las sombras,
esperando su oportunidad.
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