Capítulo
8: El Guardián del Umbral
El silencio en la
cámara subterránea era denso, como si cada sonido se perdiera en una
profundidad insondable. Tras la advertencia de los ecos, Sara, Álvaro y Mateo
se miraron en un intercambio silencioso. Sabían que no podían ignorar lo que se
avecinaba. Con la piedra rota a sus pies y las sombras aún acechando en las
paredes, tenían que seguir adelante.
"Debemos
encontrar la siguiente cámara antes de que... lo que sea que esté despertando
lo haga completamente," dijo Sara, con una mezcla de urgencia y temor en
su voz.
"Pero, ¿y si
no lo logramos? ¿Y si no tenemos tiempo?" preguntó Álvaro, preocupado por
lo que los ecos les habían revelado. "Esto va más allá de nosotros."
Mateo, siempre
pragmático, les indicó con un gesto que comenzaran a moverse. "No tenemos
opción. Hay algo grande detrás de esto, algo que ha estado esperando durante
siglos. Y sea lo que sea, no va a detenerse."
El trío avanzó por
uno de los túneles, dejando atrás la cámara que casi había sellado su destino.
La niebla seguía arremolinándose a su alrededor, pero ya no había figuras en su
interior. Ahora, solo el eco de sus pasos resonaba en las profundidades.
A medida que se
adentraban más, las inscripciones en las paredes se hacían más nítidas. Sara
las observaba de reojo, reconociendo ciertos símbolos, pero había algo nuevo:
imágenes grabadas en la piedra que representaban figuras humanoides, pero
torcidas y deformes, como si hubieran sido atrapadas en un estado intermedio
entre dos realidades.
"Estas
inscripciones...", murmuró Sara, pasando los dedos por las tallas.
"Cuentan una historia. Un pacto antiguo, algo que se selló aquí abajo. No
lo entiendo completamente, pero... estas figuras, estas criaturas, fueron
guardianes. Y ahora, con el portal dañado, puede que estén despertando."
Álvaro sintió un
nudo en el estómago. "Guardianes de qué exactamente?"
Sara negó con la
cabeza. "Eso es lo que no sé. Pero estas inscripciones no hablan de ellos
como aliados. Son prisioneros. Fueron sellados aquí por alguna razón."
El pasillo se
ensanchó repentinamente, y frente a ellos apareció una enorme puerta de piedra,
tallada con símbolos aún más elaborados. A diferencia de las cámaras
anteriores, esta puerta no parecía haber sido tocada por el tiempo. Era
imponente, casi como si estuviera esperando.
Mateo se adelantó,
inspeccionando los bordes de la puerta. "Esto es lo que buscábamos. Pero
parece... más reciente. Como si alguien la hubiera sellado nuevamente."
Sara frunció el
ceño, tratando de descifrar los símbolos. "Está escrito en un lenguaje
antiguo. Dice algo sobre un 'Guardián del Umbral'... una entidad encargada de
proteger el paso entre mundos."
Álvaro sintió que
el aire a su alrededor se volvía más denso. "¿Crees que el ritual estaba
destinado a despertar a este Guardián?"
Antes de que Sara
pudiera responder, un ruido sordo resonó desde detrás de la puerta. Un crujido
profundo, como si algo inmenso estuviera moviéndose lentamente. El suelo bajo
sus pies vibró, y el sonido se hizo más fuerte, acompañado de un viento frío
que se filtraba por las grietas de la puerta.
"Algo se está
moviendo ahí dentro," dijo Mateo, retrocediendo instintivamente.
De repente, la
puerta comenzó a abrirse, pero no por sus manos. Un aura oscura emergió del
interior, como si la propia sombra de la cámara hubiera cobrado vida. Los tres
dieron un paso atrás, viendo cómo la negrura se extendía hacia ellos.
Y entonces lo
vieron.
Una figura
gigantesca, hecha de sombras y piedra, surgió lentamente del umbral. Tenía una
forma vagamente humanoide, pero su tamaño era descomunal, y su rostro estaba
oculto bajo un yelmo oscuro. Los símbolos de las paredes brillaban débilmente
en su cuerpo, como si estuvieran grabados en su carne misma.
El Guardián del
Umbral había despertado.
Con una voz que
parecía surgir desde el centro de la tierra, la criatura habló en un lenguaje
antiguo, profundo y resonante. Aunque no podían entender las palabras, el
mensaje era claro: estaba allí para proteger algo, y ellos habían sido
considerados una amenaza.
"¡Corred!"
gritó Mateo, pero antes de que pudieran moverse, el Guardián levantó su mano y
una ola de oscuridad los envolvió.
Álvaro sintió el
peso de mil sombras sobre él, como si cada rincón de su ser estuviera siendo
arrastrado hacia el vacío. Sara y Mateo cayeron de rodillas, luchando por
respirar en medio de la presión abrumadora.
Pero en medio del
caos, Sara notó algo. Un símbolo, apenas visible, brillaba débilmente en el
pecho del Guardián, y reconoció el mismo patrón que habían destruido en la
primera cámara.
"¡El
símbolo!" gritó, señalando con dificultad. "Es su fuente de poder.
¡Tenemos que destruirlo!"
Mateo, todavía
aturdido, asintió. "¿Pero cómo? No podemos acercarnos sin ser
aplastados."
Álvaro, con una
última chispa de determinación, sacó el cuchillo ritual que había recuperado en
la cámara anterior. "Este cuchillo... ya destruyó un portal. Tal vez
funcione aquí también."
Con el corazón
latiendo en sus oídos, Álvaro se lanzó hacia adelante, cada paso una lucha
contra la oscuridad que lo consumía. Con un grito desesperado, saltó hacia el
Guardián, y con todas sus fuerzas, clavó el cuchillo en el símbolo del pecho.
La criatura emitió
un grito gutural, como el rugido de una montaña que se derrumba. La oscuridad
se disipó de inmediato, y el Guardián se detuvo, tambaleándose, antes de caer
de rodillas.
La sala quedó en
silencio, excepto por el sonido de la respiración entrecortada de Álvaro, Sara
y Mateo.
"Lo... lo
conseguimos," murmuró Sara, aunque su voz no estaba llena de victoria.
Sabía que lo que acababan de enfrentar era solo una pequeña parte del misterio.
Y lo que había detrás de esa puerta aún estaba por descubrir.
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