viernes, 18 de octubre de 2024

Capitulo 2 - "El Club de los Olvidados"

 


Capítulo 2: El Misterio del Pastillero Perdido

La tarde en Las Magnolias continuaba con su habitual tranquilidad. O al menos, eso parecía desde fuera. En el interior, sin embargo, la tensión se mascaba en el aire. En el salón principal, justo después de la merienda, los residentes se reunían alrededor de una mesa, murmurando entre ellos, con expresiones serias que contrastaban con sus habituales sonrisas despreocupadas. Algo extraño había sucedido.

Don Ernesto, un hombre de gafas gruesas que se jactaba de tener una memoria perfecta, estaba pálido. Su pastillero, ese pequeño recipiente de plástico que mantenía su frágil salud bajo control, había desaparecido. Y no era una broma.

—¡Lo tenía justo aquí, en mi mesa! —protestaba Ernesto, moviendo las manos como si estuviera dirigiendo una sinfonía de indignación.

Maruja, que observaba desde su rincón con su eterna flor en el pelo, rodó los ojos y se acercó con aire de detective. Sabía que algo raro se cocía, pero Ernesto también era famoso por perder todo lo que tocaba.

—Ernesto, cariño, ¿estás seguro de que no te lo has tomado como si fuera un caramelo? —dijo, con una sonrisa traviesa, mientras le palmeaba el hombro.

Ernesto se enderezó, ofendido.

—¡Por supuesto que no! Sabes que esas cosas saben a rayos. Esto es un robo en toda regla. ¡Es un misterio!

—¿Un robo? —repitió Julián desde su silla de ruedas, lanzándole una mirada cargada de ironía—. Si alguien quisiera robar algo en esta residencia, dudo que empezara por tu pastillero.

Maruja se inclinó hacia ellos, tomando su papel de líder del grupo improvisado de detectives.

—Aquí está pasando algo —dijo con un tono teatral, como si estuviera protagonizando su propia serie de televisión—. Y no lo vamos a dejar pasar. Propongo una búsqueda exhaustiva. Vamos a descubrir quién se está llevando las cosas.

—¿Las cosas? —preguntó Julián, algo confundido—. Yo pensaba que solo había desaparecido el pastillero de Ernesto.

—Por ahora... —dijo Maruja, levantando una ceja de manera dramática—. Pero... ¿y si esto es solo el comienzo?

Julián soltó una carcajada ronca.

—¿El comienzo de qué? ¿Una banda de ladrones geriátricos?

Maruja no perdió la compostura, aunque tuvo que morderse el labio para no reírse.

—Ríete todo lo que quieras, Julián, pero te aseguro que aquí hay más de lo que parece. ¿No te has dado cuenta de que, en esta residencia, las cosas desaparecen? Unas gafas por aquí, un libro por allá... Todo se desvanece sin explicación. ¿No te parece raro?

Los ojos de Julián brillaron de repente con curiosidad.

—Ahora que lo mencionas, ayer desapareció mi bolígrafo... uno que tenía desde hace años.

Maruja asintió con satisfacción.

—¡Lo sabía! Hay un misterio en Las Magnolias, y nosotros vamos a resolverlo.

Don Ernesto, todavía indignado, frunció el ceño.

—Bueno, si encontráis mi pastillero, no me importa que os llevéis todo el mérito.

Maruja dio una palmada y exclamó:

—¡A por ello, detectives! La caza del pastillero perdido ha comenzado.

Y así, mientras el sol caía suavemente sobre los jardines de Las Magnolias, los tres residentes más obstinados de la residencia se embarcaron en la misión más importante de sus años dorados: descubrir el misterio que acechaba entre los pasillos de aquel lugar... o al menos, encontrar el maldito pastillero de Don Ernesto antes de que se acabara la hora de la cena.


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