lunes, 28 de octubre de 2024

Capitulo 2 - La Estación de Autobuses

 


Horas después, la estación de Pamplona estaba irreconocible. Agentes de la policía y personal sanitario de emergencia se habían desplegado en cada esquina, revisando cámaras de seguridad y rastreando cada paso de los pasajeros del autobús. Todos los que lograron ser detenidos de inmediato esperaban en una sala, ansiosos, mientras los agentes intentaban mantener el orden en medio de la creciente confusión.

Carlos, el chofer, permanecía en silencio en una esquina, observando la caótica operación. A sus cincuenta y tantos años, había visto de todo en su vida en la carretera: accidentes, riñas entre pasajeros, y hasta algún que otro desmayo. Pero nunca algo como esto. Aquella imagen del hombre inmóvil y la sangre en sus oídos y boca lo perseguía, una especie de eco que se repetía en su mente cada vez que cerraba los ojos.

"¿Se encuentra bien?", le preguntó un agente, notando su palidez.

Carlos asintió, aunque era evidente que no lo estaba. En su interior, una pregunta empezaba a martillear: ¿y si él también había sido expuesto a aquella bacteria mortal? Tragó saliva, tratando de ahuyentar la idea, pero la sensación de peligro estaba ahí, latente.

Mientras tanto, en una sala de la comisaría improvisada en la estación, el inspector a cargo, un hombre de pocas palabras y mirada astuta llamado Íñigo Zalduendo, repasaba los registros. Sabía que el tiempo era crucial: cada minuto que pasaba era una oportunidad perdida de contener el posible brote. Tras revisar las grabaciones, quedó claro que, de los treinta pasajeros originales, al menos ocho ya habían dejado la estación antes de la llegada de los equipos de emergencia.

"Tenemos que localizarlos a todos," ordenó, mientras su equipo desplegaba una red de contactos y empezaba a enviar alertas a sus domicilios. Zalduendo sabía que algunos pasajeros podían no responder de inmediato, otros incluso podrían estar aterrorizados. Sin embargo, él no tenía tiempo para la delicadeza. En su mirada había una determinación férrea: todos y cada uno debían ser localizados y puestos en cuarentena.

Carlos miró al inspector, sintiendo una mezcla de respeto y algo de miedo. Algo en los gestos de aquel hombre le decía que no aceptaría un "no" por respuesta. Se acercó a él con cautela y le dijo en voz baja:

—Inspector... creo que... tal vez yo debería estar en cuarentena también. Estuve en contacto directo con él, ¿sabe? Quiero decir... a pocos centímetros de distancia.

Zalduendo lo miró fijamente, como evaluando la seriedad de sus palabras. Asintió, y con un tono suave pero firme, le contestó:

—No se preocupe, Carlos. Haremos todo lo necesario. Pero primero, necesito que me ayude a recordar cada detalle, cada movimiento de aquel viaje. Usted es clave para resolver esto.


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