miércoles, 2 de octubre de 2024

Capitulo 2 "Las Cloacas de Pamplona"


 

 

**Capítulo 2: El Eco de las Sombras**

 

Álvaro no había dormido bien desde su última visita a las cloacas de Pamplona. Los documentos que había tomado seguían encima de su escritorio, pero la sensación de ser vigilado no lo abandonaba. Las calles de la ciudad parecían igual de tranquilas que siempre, pero sabía que bajo sus pies, en los túneles oscuros, se movía una red de conspiración.

 

Una mañana, mientras revisaba las antiguas cartas y mapas que había encontrado, notó un detalle que le había pasado desapercibido: una firma en una de las esquinas, escrita con tinta casi invisible. Era el nombre de un hombre conocido en la historia de Pamplona, un arquitecto del siglo XIX, Eduardo Zabalza, famoso por diseñar los edificios más importantes de la ciudad. Álvaro recordó que Zabalza había muerto de forma misteriosa, y se rumoreaba que había llevado consigo secretos relacionados con la estructura subterránea de Pamplona.

 

Decidió investigar más sobre Zabalza. Si ese arquitecto había estado involucrado en la construcción de las cloacas y en la red de túneles, tal vez podría encontrar alguna pista adicional. Para ello, necesitaba acceso a los archivos antiguos de la ciudad. Sabía que los registros históricos de Pamplona se guardaban en el Palacio del Archivo, un lugar no tan fácil de acceder sin permiso.

 

Llamó a su colega Sara, una historiadora con conexiones en el mundo académico y acceso a esos archivos. Le explicó brevemente la situación sin entrar en detalles demasiado peligrosos. "Solo necesito ver los planos originales de las cloacas y cualquier cosa relacionada con Eduardo Zabalza", le dijo por teléfono.

 

Sara accedió, aunque estaba intrigada por la repentina urgencia en su voz. Esa misma tarde, se encontraron en el Archivo. Mientras Álvaro fingía estar concentrado en otros documentos, Sara le trajo lo que buscaba: un viejo pergamino, amarillento por el tiempo, que contenía los planos originales de las cloacas de Pamplona. A simple vista, no había nada inusual, pero tras observar con detenimiento, notaron que había marcas adicionales, pasadizos dibujados a mano que no coincidían con los registros oficiales.

 

"Esto no está en los mapas actuales", murmuró Sara mientras pasaba su dedo por una línea casi borrada.

 

Álvaro sabía que esos túneles adicionales no eran un accidente. Alguien, probablemente Zabalza, había diseñado una red subterránea secreta que solo unos pocos conocían. Y lo más inquietante: uno de esos pasadizos parecía dirigirse directamente bajo los cimientos del Ayuntamiento de Pamplona.

 

La noche siguiente, Álvaro decidió que debía explorar esa área en las cloacas. Volvió al lugar donde había entrado la vez anterior, pero esta vez llevó consigo una pequeña cámara y una libreta, decidido a documentar lo que encontrara.

 

El ambiente era más opresivo que la última vez. Los sonidos del agua corriendo y el eco de sus propios pasos resonaban de manera ominosa. Avanzó con cautela por los túneles hasta que llegó a un lugar que no había visto antes: una bifurcación. El mapa indicaba que debía tomar el camino de la izquierda, pero algo le decía que el de la derecha también tenía secretos por desvelar.

 

Optó por seguir el instinto y tomó el camino de la derecha. Cuanto más avanzaba, más notaba la presencia de algo inusual. Las paredes del túnel estaban cubiertas con inscripciones talladas a mano, símbolos y palabras en latín que hablaban de sociedades ocultas y juramentos de silencio. El aire allí abajo era más frío, y cada paso parecía más difícil de dar.

 

De repente, su linterna parpadeó. La oscuridad lo rodeó por completo durante unos segundos, y cuando la luz volvió, frente a él había una figura encapuchada.

 

"Sabía que vendrías", dijo una voz profunda desde la penumbra. Álvaro dio un paso atrás, pero la figura se mantuvo inmóvil, observándolo con unos ojos que parecían brillar en la oscuridad. "Has visto demasiado, pero aún no entiendes lo que realmente está en juego."

 

Antes de que pudiera reaccionar, la figura desapareció entre las sombras, como si nunca hubiera estado allí. Atemorizado pero decidido, Álvaro corrió hacia la bifurcación y tomó el camino correcto, el que lo llevaría hacia el túnel secreto bajo el Ayuntamiento.

 

Al llegar, encontró una puerta de hierro antigua, oculta detrás de una pila de escombros. La puerta estaba cerrada con un candado enorme, pero sobre ella colgaba la misma insignia que había encontrado antes: el emblema de la orden secreta.

 

Sabía que lo que estaba detrás de esa puerta cambiaría todo lo que sabía sobre Pamplona, sobre el poder y la verdad enterrada bajo sus pies.

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