**Capítulo 2: El Eco de las Sombras**
Álvaro no había dormido bien desde su última visita a las
cloacas de Pamplona. Los documentos que había tomado seguían encima de su
escritorio, pero la sensación de ser vigilado no lo abandonaba. Las calles de
la ciudad parecían igual de tranquilas que siempre, pero sabía que bajo sus
pies, en los túneles oscuros, se movía una red de conspiración.
Una mañana, mientras revisaba las antiguas cartas y mapas que
había encontrado, notó un detalle que le había pasado desapercibido: una firma
en una de las esquinas, escrita con tinta casi invisible. Era el nombre de un
hombre conocido en la historia de Pamplona, un arquitecto del siglo XIX,
Eduardo Zabalza, famoso por diseñar los edificios más importantes de la ciudad.
Álvaro recordó que Zabalza había muerto de forma misteriosa, y se rumoreaba que
había llevado consigo secretos relacionados con la estructura subterránea de
Pamplona.
Decidió investigar más sobre Zabalza. Si ese arquitecto había
estado involucrado en la construcción de las cloacas y en la red de túneles,
tal vez podría encontrar alguna pista adicional. Para ello, necesitaba acceso a
los archivos antiguos de la ciudad. Sabía que los registros históricos de
Pamplona se guardaban en el Palacio del Archivo, un lugar no tan fácil de
acceder sin permiso.
Llamó a su colega Sara, una historiadora con conexiones en el
mundo académico y acceso a esos archivos. Le explicó brevemente la situación
sin entrar en detalles demasiado peligrosos. "Solo necesito ver los planos
originales de las cloacas y cualquier cosa relacionada con Eduardo
Zabalza", le dijo por teléfono.
Sara accedió, aunque estaba intrigada por la repentina
urgencia en su voz. Esa misma tarde, se encontraron en el Archivo. Mientras
Álvaro fingía estar concentrado en otros documentos, Sara le trajo lo que
buscaba: un viejo pergamino, amarillento por el tiempo, que contenía los planos
originales de las cloacas de Pamplona. A simple vista, no había nada inusual,
pero tras observar con detenimiento, notaron que había marcas adicionales,
pasadizos dibujados a mano que no coincidían con los registros oficiales.
"Esto no está en los mapas actuales", murmuró Sara
mientras pasaba su dedo por una línea casi borrada.
Álvaro sabía que esos túneles adicionales no eran un
accidente. Alguien, probablemente Zabalza, había diseñado una red subterránea
secreta que solo unos pocos conocían. Y lo más inquietante: uno de esos
pasadizos parecía dirigirse directamente bajo los cimientos del Ayuntamiento de
Pamplona.
La noche siguiente, Álvaro decidió que debía explorar esa
área en las cloacas. Volvió al lugar donde había entrado la vez anterior, pero
esta vez llevó consigo una pequeña cámara y una libreta, decidido a documentar
lo que encontrara.
El ambiente era más opresivo que la última vez. Los sonidos
del agua corriendo y el eco de sus propios pasos resonaban de manera ominosa.
Avanzó con cautela por los túneles hasta que llegó a un lugar que no había
visto antes: una bifurcación. El mapa indicaba que debía tomar el camino de la
izquierda, pero algo le decía que el de la derecha también tenía secretos por
desvelar.
Optó por seguir el instinto y tomó el camino de la derecha.
Cuanto más avanzaba, más notaba la presencia de algo inusual. Las paredes del
túnel estaban cubiertas con inscripciones talladas a mano, símbolos y palabras
en latín que hablaban de sociedades ocultas y juramentos de silencio. El aire
allí abajo era más frío, y cada paso parecía más difícil de dar.
De repente, su linterna parpadeó. La oscuridad lo rodeó por
completo durante unos segundos, y cuando la luz volvió, frente a él había una
figura encapuchada.
"Sabía que vendrías", dijo una voz profunda desde
la penumbra. Álvaro dio un paso atrás, pero la figura se mantuvo inmóvil,
observándolo con unos ojos que parecían brillar en la oscuridad. "Has visto
demasiado, pero aún no entiendes lo que realmente está en juego."
Antes de que pudiera reaccionar, la figura desapareció entre
las sombras, como si nunca hubiera estado allí. Atemorizado pero decidido,
Álvaro corrió hacia la bifurcación y tomó el camino correcto, el que lo
llevaría hacia el túnel secreto bajo el Ayuntamiento.
Al llegar, encontró una puerta de hierro antigua, oculta
detrás de una pila de escombros. La puerta estaba cerrada con un candado
enorme, pero sobre ella colgaba la misma insignia que había encontrado antes:
el emblema de la orden secreta.
Sabía que lo que estaba detrás de esa puerta cambiaría todo
lo que sabía sobre Pamplona, sobre el poder y la verdad enterrada bajo sus
pies.
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