Capítulo
2: Primeras Trampas del Camino
José llevaba unas
semanas ya como autónomo, y las cosas parecían ir viento en popa… al menos en
apariencia. Tenía sus primeras citas agendadas, sus clientes satisfechos, y
cada día regresaba a casa con esa mezcla de cansancio y orgullo que solo da el
trabajo bien hecho. Pero con la emoción también llegaban las primeras
complicaciones.
Todo empezó cuando
recibió una carta del ayuntamiento. “Estimado José Pérez, le informamos que
debe cumplir con la normativa de Inspección Técnica…”. Apenas leyó esa primera
línea, un sudor frío le recorrió la frente. ¿Normativas? ¿Inspección técnica?
¿Pero esto no lo llevaba antes la empresa? En su vida había tenido que
encargarse de permisos, certificaciones y todas esas cosas que, hasta ahora,
siempre habían estado en manos de su jefe. Ahora, como autónomo, era el
responsable de cada detalle, y la idea de enfrentarse solo a la burocracia
empezaba a hacerle dudar.
Al día siguiente,
se levantó aún con el eco de la carta en la cabeza. Decidió ir a hablar con
Paco, un fontanero experimentado y viejo amigo que llevaba años trabajando por
su cuenta. Quizá él podría orientarlo.
– “José, no te
preocupes, estos primeros trámites asustan a cualquiera –dijo Paco, riendo y
dándole una palmada en la espalda–. Lo que tienes que hacer es tener tus
papeles en regla y, sobre todo, paciencia. Los primeros meses están llenos de
estas cosas, pero luego te acostumbras.”
José sintió un
poco de alivio, aunque las palabras de Paco no disiparon del todo su
nerviosismo. Los trámites eran un mundo desconocido, y esa noche, al preparar
el papeleo, se sintió por un momento desbordado. Pero ahí estaba la voz de Paco
resonando en su cabeza, recordándole que cada uno de esos trámites le acercaba
a la independencia que tanto deseaba.
Finalmente,
después de varios días de papeleo, llamadas y largas esperas en oficinas, José
obtuvo su certificación. Al sostener el documento en sus manos, sintió una
especie de victoria personal. Era un simple papel, pero para él, simbolizaba
mucho más: un recordatorio de que estaba avanzando, aunque el camino fuera
complicado.
Esa noche,
mientras cenaba, se permitió una sonrisa. El camino de ser su propio jefe no
sería fácil, pero cada paso le estaba demostrando que podía enfrentarse a todo,
incluso a la temida burocracia. Y aunque todavía quedaban muchas más lecciones
por aprender, estaba decidido a superarlas, una a una, como siempre lo había
hecho.
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