Capítulo 4: Ecos del Pasado
Al día siguiente, Nuestra Cartera comenzaba su
recorrido con el misterio de la carta de David Gómez aún presente en su mente.
Cada sobre y paquete que sacaba de su carro le recordaba que, en el fondo, era
una especie de guardiana de secretos, de aquellos mensajes que parecían
perderse en el tiempo.
Cuando llegó al edificio de los Sáez, en el tercer
piso, la recibió don Manuel, un vecino veterano al que todos respetaban. Aunque
era un hombre de pocas palabras, tenía un carácter jovial y observador. Ese
día, lo encontró con un brillo especial en los ojos.
—¡Nuestra Cartera! —le dijo, entre risas—. ¿Sabías que
en este barrio, hace años, David Gómez era casi una leyenda? Se rumorea que
dejó algo pendiente antes de desaparecer, algo importante…
La cartera escuchaba con atención, asintiendo, mientras don
Manuel continuaba.
—Dicen que David dejó un amor a medio vivir —añadió,
bajando la voz—. Una muchacha del barrio, Clara, que lo esperó hasta que el
cansancio se le coló en los huesos. Ahora vive en el edificio amarillo, el de
la esquina, en el primer piso.
Esa información removió algo en el corazón de Nuestra
Cartera. Decidió que, al finalizar su ruta, pasaría a ver a Clara. Quizá
esa mujer guardara en su mirada alguna clave sobre el enigmático David Gómez.
Esa tarde, se acercó al edificio amarillo. Al tocar la
puerta, fue recibida por una anciana de rostro apacible y ojos que parecían
llevar una carga de nostalgias y recuerdos.
—Buenas tardes, ¿usted es Clara? —preguntó, con la
carta de David Gómez bien sujeta en su mano.
La anciana asintió, observando el sobre con curiosidad
y una pizca de sorpresa.
—Llevo años sin ver una carta dirigida a ese nombre.
David fue alguien muy especial, pero se fue… se fue sin despedirse, llevándose
un pedazo de mi juventud —dijo Clara, con un suspiro—. No sé por qué siguen
apareciendo cartas para él, pero al verlas me recuerdan que, en algún lugar,
quizás todavía exista una pequeña parte de lo que fuimos.
Mientras Clara hablaba, Nuestra Cartera sentía
una mezcla de tristeza y ternura, como si hubiera abierto una ventana al
pasado. Con el corazón lleno de empatía y la mente nublada de dudas, se
despidió de Clara, prometiendo regresar. Quizás, en su rol de guardiana de
secretos, le tocaría cerrar algún capítulo olvidado del barrio, como una suerte
de justicia emocional para sus vecinos.
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