Capítulo
3: El Misterio del Segundo B
Esa misma tarde,
mientras nuestra cartera recorría el último tramo de su ruta, se detuvo en un
edificio antiguo, de esos que parecían ser parte de la historia del barrio
mismo. Conocía bien el lugar y a sus habitantes; cada uno tenía su rutina, sus
rarezas y, en especial, sus secretos.
Al llegar al
segundo piso, tocó el timbre de Carmen, una mujer de mirada intensa y voz baja,
que rara vez hablaba más de lo necesario. Pero en esa ocasión, al ver a Nuestra
Cartera, Carmen no pudo evitar sonreír.
—Sabes que no
espero a nadie, pero me gusta verte pasar. Aunque sea para darte las gracias
—dijo, con un dejo de ternura.
Carmen siempre
hablaba con cierto misterio, como si en cada palabra ocultara una historia más
profunda. Cuando vio la carta de David Gómez asomando del bolsillo de la
cartera, su rostro cambió.
—¿David Gómez,
dices? —preguntó, con los ojos entrecerrados—. Hace muchos años hubo un David
Gómez en esta calle… pero se fue de aquí después de un malentendido con su
padre. Era joven y terco. Un día simplemente desapareció, y desde entonces
nadie ha sabido de él.
La cartera
asintió, guardando esa historia como si fuera otra carta en su bolsillo
invisible de confidencias. Mientras se despedía de Carmen, sintió que aquellas
cartas sin destino la conectaban con algo más profundo, un pasado que, aunque
olvidado por los demás, seguía latiendo en los rincones del barrio. Y quizás,
de alguna forma, su misión no era sólo entregar cartas, sino también conectar
las vidas de aquellos que nunca se llegaron a encontrar.
Esa noche, al
preparar las cartas para el día siguiente, la cartera sacó de su bolsillo la de
David Gómez y la dejó sobre la mesa. Se prometió que al día siguiente, en su
recorrido, trataría de desenterrar ese secreto. Quizás algún vecino más
conociera la historia, y tal vez… sólo tal vez, pudiera devolver aquella carta
perdida a su verdadero dueño.
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