Capítulo 1: El Primer Día como su Propio Jefe
José llevaba semanas con la idea en la cabeza. Después
de casi cuarenta años bajo el mando de otro, decidió tomar las riendas de su
vida laboral. Oficial de fontanería desde que tenía apenas 15 años, empezó como
un chaval ayudante que iba y venía con las herramientas del jefe; ahora, con
más de medio siglo de vida, quería demostrarse que aún tenía la fuerza, la maña
y, sobre todo, la dignidad intacta. El día en que entregó su carta de renuncia,
su antiguo jefe, con cara de sorpresa, apenas pudo entender que José realmente
se iba. "¿Después de tantos años te vas? ¿Y a qué?", le preguntó.
José, sintiendo una mezcla de nervios y orgullo, respondió simplemente: "A
intentarlo por mi cuenta. Me lo debo a mí mismo".
El primer día fue una mezcla de emociones. Se levantó
temprano, como siempre, pero esta vez el café le supo diferente: tenía el sabor
del riesgo, de la libertad… y, quizá, de un poco de miedo. No había jefe
esperándolo, no tenía un salario seguro a fin de mes, pero sí tenía el
compromiso de hacerlo bien, de ser fiel a su propio estilo, a esa ética de
trabajo que siempre lo había distinguido.
Para su primera cita como autónomo, José llegó quince
minutos antes. Se encontró con un matrimonio joven que le explicaba su
problema: una tubería goteaba en el sótano y, con el invierno a las puertas,
temían que el agua acabara causando estragos. Los escuchó con paciencia, sin
prisas, como si tuviera todo el tiempo del mundo, y se dispuso a trabajar. Este
trabajo sería como cada uno de los que había hecho antes, pero con una
diferencia crucial: ahora era suyo.
Al terminar, dejó el sótano impoluto. El joven
matrimonio quedó encantado, agradecidos de que no solo solucionara el problema,
sino que además se sintieran escuchados y atendidos. "Gracias, José. Es
raro encontrar a alguien que se tome el tiempo de explicarnos lo que pasa y
arreglarlo tan bien", le dijeron. José salió de allí con una sonrisa, más
grande de lo que recordaba haber tenido en mucho tiempo.
Pero en el camino de regreso, la emoción se desvaneció
un poco. No podía negar que estaba asustado. ¿Y si no conseguía más trabajos?
¿Y si en unas semanas se encontraba sin clientes? ¿Habría hecho bien al
arriesgarse? ¿Se darían cuenta sus antiguos compañeros de lo mucho que valía
ahora que no estaba? El sonido del móvil lo sacó de sus pensamientos: era un
mensaje de uno de sus primeros clientes agradeciéndole por el excelente
trabajo. José no pudo evitar sonreír. De algún modo, ese mensaje era como un
pequeño empujón. Estaba solo en esto, sí, pero también libre.
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