Capítulo
7: El eco de los ausentes
Al día siguiente, Nuestra
Cartera no pudo evitar dar vueltas al sobre que entregó a Clara. ¿Cómo
había llegado a su bolsa de reparto? ¿Y por qué justo ahora, después de tantos
años de silencio? Decidió que la única forma de avanzar era hablar con alguien
que pudiera haber conocido a David Gómez. Y había un hombre en el barrio que lo
sabía todo de todos: don Eugenio, el antiguo portero del edificio donde vivía
David.
Don Eugenio tenía
casi 90 años y se pasaba los días sentado en un banco del parque, alimentando a
las palomas y charlando con quien se detuviera a escuchar sus historias. Cuando
Nuestra Cartera se acercó con una sonrisa y un paquete de galletas
para compartir, sus ojos se iluminaron.
—Eugenio, ¿te
acuerdas de un tal David Gómez? Vivía aquí hace muchos años. Parece que fue
alguien importante para Clara, y he encontrado algo que me tiene intrigada
—dijo mientras le ofrecía una galleta.
El anciano asintió
lentamente.
—Claro que me
acuerdo. Era un buen hombre, siempre soñando con mejorar las cosas. Trabajaba
en una empresa que tenía oficinas cerca del puente viejo. Pero de repente, un
día desapareció. Fue un revuelo tremendo en el barrio. Algunos decían que se
había ido por voluntad propia, otros que alguien lo obligó a irse. Pero yo… —se
detuvo, bajando la voz— yo creo que lo que pasó fue más oscuro.
Nuestra
Cartera se inclinó hacia él,
atrapada por su tono conspirativo.
—¿Qué quieres
decir, Eugenio?
—Hubo rumores de
que había descubierto algo sucio en su empresa, algo que no debía saber. Y
justo antes de que desapareciera, vi a un par de hombres extraños rondando su
edificio. Una semana después, encontraron su bicicleta abandonada cerca del
puente viejo. Nunca más se supo de él.
La historia le
provocó un escalofrío. El puente volvía a aparecer, como un símbolo constante
de lo que se había perdido.
De vuelta a su
ruta, entregando cartas en las calles llenas de vida, algo llamó su atención:
un hombre desconocido, con un traje impecable, parado junto al buzón
comunitario de un edificio. Su presencia destacaba; parecía fuera de lugar en
aquel vecindario sencillo. Cuando cruzó la mirada con Nuestra Cartera,
le dedicó una leve sonrisa antes de marcharse sin decir nada.
Al final del día,
no pudo sacarse al hombre de la cabeza. ¿Era solo un extraño más, o estaba
relacionado con todo este enigma? Cuando llegó a casa, encontró algo inesperado
en su propio buzón: un sobre sin remitente, igual al de Clara. Dentro, había
una nota escrita a mano que decía: “Algunos secretos están mejor
enterrados. No sigas buscando.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, todo comentario o escrito CONSTRUCTIVO, espero entre todos no avergonzarnos de ponernos al nivel de los que no queremos.
Gracias